Debe ser deseo lo que se siente cuando sus ojos transpiran algo más que un simple trato y su sexo le atribuye a la imaginación la facultad de dar ánimos. Debe haber deseo cuando al caminar hay más de una entidad resaltante a sus ojos y estos, al parecer, están siempre prestos a buscar absurdos que cumplan fielmente con el perfil de un amor. Hay que obligarse por prudencia, hay que diseñar ciertas maneras de descarada dignidad que aparenten, por lo menos, algún bienestar mental.
Tales conclusiones se desprenden de aquel mediodía cuyo transcurso normal no presentía la serie de descubrimientos que estaban por sorprenderle. El auto, la insistencia, la conversa y la propuesta, la cama, el baño y luego aquella sensación de desaire interno, de traición a lo que tanto había logrado mantener preso que le invadía mientras cumplía con su horario laboral. El silencio, si todo mundo supiera leer los silencios hubieran hallado en el suyo y en el vacío plasmado en sus ojos una respuesta. Pero los demás también callan y se regodean en sus vidas propias que vienen a representar miles de mundos paralelos a este, los demás también callan y sabían muy bien que no era persona de detenerse a preguntar.
Distinguir entre ternura y debilidad carnal es difícil cuando se tiene una predisposición a la más entregada de ellas. Es que su debilidad carnal es tal que la ve representada en cualquier deseo de paso, en cualquier transeúnte con cinco extremidades visibles… y una oculta. No le importa saber si es ternura, su lujuria le conduce simplemente a descargar su afán en lo que supuestamente para sí es una señal de amor.
La reunión diurna realmente fue incómoda, sobre todo cuando se trata de revivir amistades ya muertas y existe ese gran hueco resultante del mucho tiempo sin verse, sin embargo, allí estaba tratando de mezclarse entre los mortales, entre los seres más comunes para olvidar un poco su crimen de horas antes. “No entenderían” repetía una y otra vez en su mente para lograr justificar su permanencia en grupo.
Aún puede decir que “no entenderían”, aún es así.
Pero sí, es deseo lo que se siente, es lujuria la necia sensación que se estaciona y se queda, que se estanca, que se adueña y se va de la mano con las ganas hasta causar ciertas consecuencias. (04/09/2007)